Un cohete Soyouz despegó desde el cosmódromo de Vostochni, en el Extremo Oriente ruso, y en su carga llevaba algo más que satélites. La misión de Roscosmos, la agencia espacial rusa, puso en órbita 55 satélites, dos de ellos de propiedad privada iraní, en un contexto que revela la creciente cercanía entre Moscú y Teherán.
El cohete rompió la oscuridad del cielo, transportando consigo los satélites Ionosfera-M, dedicados a estudios helio-geofísicos, junto a otros 53 satélites más pequeños de origen ruso y extranjero. Roscosmos celebró este “lanzamiento simultáneo récord” que incluía, además de los satélites rusos, un aparato ruso-chino y otro ruso-zimbabuense. Pero el protagonismo de la jornada se lo llevaron Kowsar y Hodhod, los dos pequeños satélites iraníes.
La embajada de Irán en Moscú no ocultó su satisfacción, calificando el lanzamiento como un “primer paso firme y decisivo” hacia la entrada del sector privado iraní en el ámbito espacial. En este gesto se percibe la ambición de Teherán de posicionarse en la industria aeroespacial. Según Omidfaza, la empresa iraní responsable de Kowsar y Hodhod, ambos satélites se enfocarán en áreas cruciales para el desarrollo de su país: agricultura, transporte, medio ambiente y cartografía. A pesar de que Irán asegura que su actividad espacial responde a fines pacíficos y se ajusta a las resoluciones de la ONU, Occidente observa con cautela.
La posibilidad de que la tecnología desarrollada para satélites pueda ser aplicada a misiles balísticos ha encendido alarmas, especialmente en países que temen el potencial militar que este tipo de avances podría ofrecer a Irán. La cooperación entre Rusia e Irán se fortalece no solo en el ámbito espacial, sino también en la esfera diplomática y política. Durante una reciente cumbre del bloque BRICS, el presidente ruso Vladimir Putin conversó con su homólogo iraní, Massoud Pezeshkian. Ambos líderes destacaron la solidez de sus “relaciones bilaterales realmente amistosas”, un vínculo que ahora se proyecta más allá de la atmósfera terrestre.
Con el lanzamiento de Kowsar y Hodhod, Rusia e Irán consolidan un lazo estratégico en un espacio que históricamente ha sido dominado por las potencias occidentales. El espacio está dejando de ser una frontera científica, para transfomarse en un territorio de afirmación política en un mundo cada vez más polarizado.