Starlink y China: la nueva frontera de la competencia espacial

La creciente influencia de Starlink, la mega-constelación de satélites de SpaceX, ha generado preocupación en China, tanto por su impacto en la geopolítica como por sus implicaciones en la economía del espacio. Aunque diseñada para ofrecer internet de alta velocidad en regiones remotas, Starlink se ha convertido en una herramienta estratégica, especialmente visible en su papel durante la guerra en Ucrania, lo que ha llevado a que Beijing lo perciba como una extensión de la influencia estadounidense.

Starlink en el centro del conflicto global

Desde su implementación en Ucrania tras la invasión rusa, Starlink ha sido crucial para el esfuerzo militar ucraniano, permitiendo comunicaciones en el campo de batalla, identificación de objetivos y difusión de información. Su resistencia a los intentos de interferencia ha puesto a Rusia en desventaja, un hecho que no ha pasado desapercibido en China. La posibilidad de que Taiwán acceda a esta tecnología preocupa a Beijing, dado que podría dificultar una eventual invasión a la isla, que China reclama como parte de su territorio.

El sistema de Starlink, compuesto por más de 4.000 satélites en órbita baja (LEO) y con planes para expandirse a decenas de miles, representa un desafío técnico significativo para cualquier intento de interrumpirlo. Aunque China cuenta con capacidad antisatélite, destruir una constelación de esta magnitud sería logísticamente complejo y políticamente riesgoso.

China se lanza a la carrera del internet satelital

La ambición de China no se limita a competir con Starlink; busca establecerse como una potencia en la órbita baja. En 2020, el gobierno chino presentó una propuesta a la Unión Internacional de Telecomunicaciones (UIT) para desplegar una constelación de 12.992 satélites. Además, la creación de China Satellite Networks Group Limited en 2021 marcó un esfuerzo centralizado para desarrollar infraestructura satelital, mientras empresas como Galaxy Space trabajan para fabricar cientos de satélites al año.

Beijing considera los satélites y las frecuencias orbitales como recursos estratégicos escasos, lo que alimenta una mentalidad de «carrera espacial». Esta visión se alinea con los planes de modernización militar del presidente Xi Jinping, quien busca convertir a las fuerzas armadas chinas en una fuerza «informatizada», capaz de operar de manera integrada en tierra, aire, mar, ciberespacio y, ahora, en el espacio.

Taiwán y su independencia tecnológica

Ante la posibilidad de que China interrumpa sus 14 cables submarinos de internet en caso de un conflicto, Taiwán está desarrollando estrategias para mantener su conectividad global. Esto incluye el uso de antenas conectadas a satélites en órbita baja y el lanzamiento de sus propios satélites de comunicación, el primero programado para el año 2025. La isla busca reducir su dependencia de sistemas extranjeros como Starlink, consciente de los riesgos geopolíticos asociados.

La economía del espacio: un dominio cada vez más competitivo

Además de China, otros actores globales están desarrollando constelaciones satelitales, como OneWeb, respaldada por el gobierno británico, y Kuiper, financiada por Amazon. La Unión Europea y Rusia también están avanzando en proyectos similares, subrayando la importancia del internet satelital como un recurso estratégico similar al posicionamiento global (GPS).

En esta carrera, SpaceX tiene una ventaja clave: su capacidad para reemplazar rápidamente satélites gracias al cohete reutilizable Falcon 9 y al desarrollo de Starship, una nave diseñada para lanzar cientos de satélites en un solo vuelo. Sin embargo, la densidad creciente en la órbita baja plantea riesgos de colisiones, como lo demostró un incidente en 2021 en el que China afirmó que dos satélites de Starlink estuvieron a punto de chocar con su estación espacial.

Falta de normas internacionales y el riesgo de colisiones

A medida que más actores ingresan al espacio, la falta de comunicación y normas internacionales claras para gestionar el tráfico en órbita aumenta los riesgos. Las discusiones entre Estados Unidos y China sobre estas cuestiones se han interrumpido desde 2017, lo que agrava las tensiones en un entorno cada vez más congestionado.

El crecimiento de Starlink y los planes ambiciosos de China reflejan una transformación en la economía del espacio, donde el internet satelital se posiciona como un recurso estratégico clave. Mientras Starlink se expande, China acelera sus esfuerzos para no quedar rezagada, intensificando una nueva competencia global en la órbita baja.

En este contexto, la cooperación internacional será crucial para establecer reglas claras que equilibren la competencia tecnológica con la seguridad en el espacio. Sin ella, la carrera por dominar la órbita baja podría convertirse en un escenario de conflictos no solo comerciales, sino también políticos y militares. 

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